Polvo eres

Es un fortín pero no es inexpugnable. Los latidos de Tiananmen dan vida a la ciudad, y lo que ocurre en ella emociona o desconcierta a partes iguales al ser uno de los grandes símbolos de Pekín. Lugar emblemático donde sacar el orgullo patrio todos los años en el desfile del Día Nacional, pero también escenario de protestas antisistema donde ganar algo de publicidad en los medios internacionales o un triste breve en los nacionales. Recordemos la más famosa, la cruenta represión de la manifestación de estudiantes el 4 de junio de 1989, un tema todavía tabú en la sociedad china. Ayer Tiananmen volvió a ser noticia porque un todoterreno se estampó contra la valla de la parte norte de la plaza, justo en la entrada de la Ciudad Prohibida y bajo el gran retrato de Mao Zedong. Ardió en llamas después de arrollar a decenas de turistas. El balance de víctimas es de cinco fallecidos: las tres personas que viajaban en el coche, una turista filipina y otro turista chino. Se desconocen los motivos de la colisión, aunque los medios chinos rápidamente lo han explicado como un desafortunado accidente, lo que parece un tanto sospechoso. Embestir la acera en la calle más recta de la ciudad, con un todoterreno a gran velocidad, arder en llamas, ningún superviviente entre las personas del vehículo… No pinta muy accidental que digamos.

Justo donde está este guardia se estrelló el coche en Tiananmen. MIKEL BUTRAGUEÑO

Justo donde está este guardia se estrelló el coche en Tiananmen.
MIKEL BUTRAGUEÑO

La presencia militar y policial en Tiananmen es constante, y estos guardianes del orden público cargan sobre sus hombros con la pesada responsabilidad de que nadie altere la paz de la plaza, y por ende del régimen. Recuerdo una mañana que salía de una de las bocas del metro de la plaza y me sorprendió un revuelo considerable: unos policías se llevaban a la fuerza a un señor mayor que gritaba y lloraba al mismo tiempo, mientras una chica joven tiraba al aire unas octavillas y también lanzaba alguna proclama. En un abrir y cerrar de ojos apareció una furgona policial de la que salieron casi diez efectivos, que metieron dentro del coche a los dos pobres incautos. Cuando me acerqué para recoger uno de los panfletos no quedaba ni rastro de ellos y cinco policías gritaban de muy malas maneras a la gente para que siguiese su camino.

Este celo protector se palpa ya en el perímetro de la plaza: no puedes acceder a ella sin haber pasado antes tus pertenencias por un escáner. El escrutinio busca principalmente octavillas y líquidos inflamables, que es lo que utilizan los activistas para llamar la atención sobre sus causas (desde 2009 más de cien tibetanos se han quemado a lo bonzo en China para protestar por la represión que sufren en el Tíbet por parte del Gobierno central).Por esta razón aparecen diseminados por la plaza extintores y cubos de agua para abortar, de manera inmediata, cualquier atisbo de manifestación pública. A los laowais apenas nos registran, mientras que las personas de etnias interiores sufren a veces un cacheo que roza lo denigrante.

Tiananmen está lleno de cámaras y ojos que siguen tus movimientos porque también alberga otro de los puntos calientes del régimen: el mausoleo del líder Mao Zedong. Este fin de semana fuimos a visitarlo, y nos topamos con unas colas que ni en el Louvre: miles y miles de chinos y muy pocos foráneos querían visitar el santuario en el que descansa el cuerpo embalsamado de Mao, o lo que queda de él.

Largas colas rodean el mausoleo de Mao Zedong en el corazón de la plaza de Tiananmen. MIKEL BUTRAGUEÑO

Largas colas rodean el mausoleo de Mao Zedong en el corazón de la plaza de Tiananmen.
MIKEL BUTRAGUEÑO

Decenas de policías y personal de seguridad se dispersan por el recorrido de la espera para recordarte que está terminantemente prohibido entrar con bolso, cámara de fotos, mecheros… o cualquier cosa que no sea tu cartera y tu móvil desconectado. La fila de gente es mucho más larga de lo que parece a primera vista, porque serpentea por detrás del edificio, y avanza a muy buen ritmo con el objetivo de que nadie esté parado. Formar parte de ella es un buen observatorio sociológico de la mentalidad china: la paciencia no es uno de los fuertes nacionales y contamos a unas cincuenta personas que, sin ninguna vergüenza, se nos colaron. Realmente se podía palpar la expectación de la gente, muchos de ellos ancianos que habían vivido bajo el régimen de Mao pero que nunca le habían visto en carne y hueso, o en formol y mortaja. Tras pasar por la enésima garita de seguridad hay un par de puestos que venden flores amarillas, parece que las favoritas del Gran Timonel.

Los veteranos con la estrella comunista aguardan ansiosos para ver el cuerpo de Mao. MIKEL BUTRAGUEÑO

Los veteranos con la estrella comunista aguardan ansiosos para ver el cuerpo de Mao.
MIKEL BUTRAGUEÑO

Al Mao que gobernó con mano implacable al país y al que no se le podía poner en entredicho no se le respetó su última voluntad, ser cremado. Apenas un mes después de que falleciera, el 9 de septiembre de 1976, comenzó la construcción de este megaedificio de corte comunista con la participación de 700.000 “voluntarios” y materiales traídos desde todo el país. Cuando te adentras en el santuario ocurre algo asombroso: a pesar del gentío todos callan en un silencio respetuoso. ¡Silencio! Casi había olvidado la maravillosa sensación de la quietud en una ciudad tan alborotada y bulliciosa como Pekín. En el vestíbulo se erige un gran altar con la escultura del líder en mármol blanco, sentado con las piernas cruzadas y media sonrisa en los labios. Frente a él cientos de ramos de las flores que se venden a la entrada atestiguan su carácter casi místico y la veneración que muchos chinos sienten hacia su figura.

Venta de flores en la entrada del mausoleo de Mao. MIKEL BUTRAGUEÑO

Venta de flores en la entrada del mausoleo de Mao.
MIKEL BUTRAGUEÑO

Las reverencias y plegarias nos recordaban a las que realizan en los templos budistas de la ciudad. La calma sólo es interrumpida por los susurros de los guardias que separan al público en dos filas en la sala posterior, en la que está la urna de cristal con el cuerpo de Mao. Está prohibido detenerse en la peregrinación, de ahí la rapidez con la que fluyen las colas. Apenas estás 5 segundos en la sala tras casi una hora de cola. La primera visión de frente es un tanto grotesca: la luz extremadamente cálida que cae sobre el rostro de Mao le confiere un tono anaranjado y ciertamente irreal, como de sobreexposición en el solarium. Cuando le ves de perfil compruebas que el timonel ha recobrado el color, aunque no la naturalidad, y descansa plácidamente cubierto con la bandera comunista.

En su excelente libro ‘Historias chinas’, Ramón Martínez cuenta el esperpéntico proceso que siguió a la muerte de Mao. El Politburó quiso preservar dos semanas el cádaver para las exequias fúnebres, tarea que encomendó al médico personal de Mao, Li Zhisui. Desoyeron sus quejas cuando dijo que no era posible, pero por si acaso le encargaron una réplica de cera del cadáver como plan “B” por si algo salía mal.

El rostro de Mao es una de las imágenes más reproducidas del mundo. MIKEL BUTRAGUEÑO

El rostro de Mao es una de las imágenes más reproducidas del mundo.
MIKEL BUTRAGUEÑO

En China no se conocían las técnicas de taxidermia, por lo que se envió a una delegación a Vietnam para averiguar cómo habían preservado el cuerpo del líder Ho Chi Min. La expedición fracasó ya que ni siquiera lograron ver el cuerpo. Mientras, supieron a través de una revista occidental de la existencia del formol. Inyectaron 22 litros al cadáver de Mao, con un resultado penoso: el líquido se acumuló en la cara y el cuello, que se hincharon como un balón. Además se le desprendió la piel de la mejilla. Vamos, un esperpento. Tras adecentar su cadáver y exhibirlo durante una semana para que el público lo venerara, extrajeron todos sus órganos para embalsamarlo.

A la salida del mausoleo el silencio se desvanece y regresas al caos habitual de Pekín. Los visitantes, como los niños que salen de un parque de atracciones, comentan alborotados y emocionados las impresiones tras ver al gran líder. El camino de salida está flanqueado por todo tipo de souvenirs con la omnipresente figura de Mao: bustos, relojes, adornos para colgar del coche, estampitas, cuadernos… Otra paradoja más de este país, el negocio capitalista a costa de uno de los mayores defensores del comunismo del planeta.Pero me temo que esta cuestión quedará sin responder, como el desesperado argumento de aquellos tres que ayer se estamparon bajo el retrato del Gran Timonel.

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2 pensamientos en “Polvo eres

  1. BUTRA

    Hace 37 años que se murió Mao. Quitando la foto de los veteranos, en las demás, los fieles que hacen cola muchos de ellos no tienen esa edad. ¿Les obligan ?

    • No les obligan, pero 37 años después se sigue vendiendo a Mao como un semi Dios. Se admite que no todo lo que hizo estuvo bien, pero se le aprecia mucho porque sacó a mucha gente de la pobreza. Parece que el tema de que millones de personas murieran bajo su mandato es secundario. Muchos taxistas llevan su estampita dentro del coche, así que imagínate. Se echaba de menos a Butra en el blog! 🙂

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